28/3/09

Los del Barrio




BARRIO DE LOS CHAMARILEROS

Los mayores se habían ido a bañar, en calzoncillos o en bolas por supuesto, al "árbol caido", y la calle Concepción estaba tranquila. El julito, su hermana pequeña la marusita, el goyo, el andujar y el paquito, componentes de la banda del moco, andabamos aburridos aquella tarde...cogíamos alguna piedra por si por la noche había pedrea, liabamos algún papel de periódico con cascaras de platano para toser como demonios a la primera calada, y pegabamos la nariz al escaparate del Juvencio relamiéndonos con las chocolatinas. Por casa, lo de siempre: ¡Goyo, sube a por la merienda!. Las alemanas jugaban en el patio.La señora de la casa tenía visita de unas amigas, que le habían llevado un ramo de lilas. La del segundo izquierda, y esa tarde el ascensor tenia colgado el No Funciona, y les tocó subir a patita, bajo, entresuelo, principal, primero y segundo.La familia del ático se disponía a rezar el santo rosario en la radio Telefunken que presidía orgullosa la cocina abuhardillada.





De pronto, la Marusita grita: ¡ Que viene ! Y efectivamente, a la altura de la iglesia de San Cosme, aparecen primero los dos bueyes y el carretero, y cargado hasta arriba como una gran bola verde, nuestro botín, un carro repleto de alfalfa recien cortada, rebosante por los cuatro costados al que apenas se le veían las ruedas de colmado que venía.
La mecánica se la habíamos visto muchas veces a los mayores: A la altura de la frutería, cogiamos carrerilla y nos empotrábamos contra la alfafa del carro, intentando abrazar la mayor cantidad de alfalfa, que arrastrabamos con nosotros al suelo (era el alimento de los conejos que todos teníamos en casa, debajo de la pila).Habitualmente el buen carretero no se enteraba de nada, e iba dando con su vara a los bueyes, Chl, chl, chl...

El Goyito estaba entusiasmado y se lanzaba una y otra vez contra el carro cargado de alfalfa cogiendo una buena manada, hasta que de repente se hizo un silencio profundo y sólo se oyó el golpe de su cabeza contra el suelo. Un golpe seco. Era su día, y en su último salto, la mala fortuna quiso que la guadaña, escondida entre la alfalfa le seccionara parte de la yugular.

El Goyo estaba en el suelo y de su pescuezo manaba un reguero de sangre que se iba metiendo entre las rendijas de los adoquines, mientras el carro se iba alejando ajeno a todo. Se detuvo donde la engañaniños al notar el bullicio que se formó en la calle. El portero de la finca con su buzo azul, se acercó hasta el pobre Goyo, al que se le estaba poniendo la cara blanca como de cera, y a mí me pareció, como en un momento dió con su pierna como una patada ligera ( estiró la pata, pensé). Las señoras de la visita bajaban diciendo: ¡Qué trastos son estos chicos!, La enfermera de D.Agustin, Enfermedades del riñón y venéreas, ponía en la placa del portal, había bajado , al oir el griterio, con una palangana con agua y unas toallas. Lo que antes era todo silencio se convirtió en un guirigay:¡ Ay, es mi niño! El guripa, que estaría en el rosita tomando un vaso intentaba calmar a todo el mundo y hablaba con el carretero que estaba también pálido y nervioso, sin entender nada de lo que había pasado. Los niños nos subimos a casa aterrorizados, tras ver como el cuerpo del pobre goyito era tapado con una manta. Estuvimos unos días sin salir a jugar a la calle.

Mejórese Vd. D. Pedro, y por supuesto Facultad de Medicina.

1 comentario:

Fuentecillas dijo...

Hola Atapuerques.
Triste historia, pero esos accidentes pasaban más de lo que nos pensamos.
Solo pasaba por aquí, y queria darte ánimos.Sigue adelante y no te desanimes.
Un saludo
Fuen